El fondo del pasillo estaba oscuro y me daba miedo; una noche mi padre me cogió de la mano y juntos fuimos hacia la oscuridad.
-No tengas miedo, comprobarás que no hay razón para asustarse.-
Yo estaba de su mano, él estaba conmigo y eso me infundía valor.
Siempre que he tenido miedo, he recordado aquel pasillo y aquella lección.
Hoy, él es mayor y estamos otra vez los dos solos; en su mirada hay una despedida. He cogido su mano.
-No tengas miedo, comprobarás que no hay razón para asustarse.-
No he podido sujetar el dolor.
Jose C. Pérez Carranque.
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