Educar es lo mismo
que poner un motor en la barca.
Hay que medir, pesar, equilibrar
y poner todo en marcha.
Pero para eso
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese niño
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en los barcos nuevos
seguirá nuestra bandera enarbolada.
Gabriel Celaya
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